Cuando nos convertimos en padres o madres, uno se siente enorme y pequeñísimo al mismo tiempo. Nos desvivimos por darles lo mejor a nuestros hijos y en ocasiones creemos caer al abismo. Elegimos una ruta a seguir y nos cansamos de los baches y caminos sinuosos. Vivimos la paternidad como una montaña rusa de emociones, con altibajos y sobresaltos.
¡Y claro! Es que esta es la única "carrera" en la vida, en que nos entregan primero el "título" y luego la cursamos. Pero esta cursada tiene más cosas lindas que feas... así que te invito a leer estas columnas, espero que te sumen.
Y si necesitás asesoramiento personalizado, podés ponerte en contacto conmigo.
Te abrazo,
Justa